Por Anthony Franco Montero
Hace unos días conversaba con un amigo en el gimnasio sobre lo insaciables que podemos ser los seres humanos. Oramos con fervor para que Dios conceda los deseos de nuestro corazón, pero cuando esos sueños se hacen realidad muchas veces no los valoramos. En lugar de disfrutar lo que ya tenemos, nos enfocamos en lo próximo, en lo nuevo, en lo que todavía nos falta.
No está mal soñar ni plantearse nuevas metas; de hecho, eso forma parte de nuestro crecimiento. El problema surge cuando olvidamos agradecer y disfrutar lo que ya tenemos en el presente. Muchas veces no valoramos el trabajo actual porque anhelamos otro, o no disfrutamos las bendiciones presentes porque estamos demasiado ocupados persiguiendo logros futuros. Así, caemos en el error de acumular metas que no siempre nos llenan ni nos hacen felices, porque no hemos aprendido a detenernos y agradecer.
La Palabra de Dios nos recuerda en 1 Tesalonicenses 5:18:
«Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.»
Vivir quejándonos por lo que no tenemos nunca resolverá los problemas; las quejas solo traen miseria y frustración. En cambio, un corazón agradecido se convierte en un imán que atrae bendición, paz y nuevas oportunidades.
Recuerdo que cuando tenía 16 años me impactó profundamente la declaración del profeta Habacuc:
Habacuc 3:17-19
Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Jehová el Señor es mi fortaleza,
El cual hace mis pies como de ciervas,
Y en mis alturas me hace andar.
Estas palabras transformaron mi manera de ver la vida. Cuando la queja quiere entrar en mi mente, recuerdo que, aun cuando las cosas no salgan como esperaba, siempre hay motivos para alegrarme en Dios.
La gratitud abre puertas. Nos permite vivir en paz, disfrutar lo que hacemos y experimentar la vida con plenitud. Cuando agradecemos lo que somos, lo que hemos logrado, lo que tenemos y a quienes nos rodean, vivimos en armonía con nuestro entorno y experimentamos un mayor bienestar. La gratitud, además, incluye reconocer y honrar a Dios en nuestros triunfos.
Un ejemplo inspirador de esto es Marileidy Paulino, oriunda de Nizao, Peravia. Ella hizo historia en los Juegos Olímpicos de 2021 al obtener la medalla de plata en los 400 metros planos, convirtiéndose en la primera mujer dominicana en lograrlo. Pero lo más poderoso no fue solo su victoria, sino su actitud: inmediatamente después de la carrera, declaró públicamente: «Dios ha corrido conmigo, su espíritu estuvo conmigo en cada pisada que yo daba en la pista». Esa expresión de gratitud engrandeció aún más su triunfo.
La gratitud no solo transforma lo que tienes en suficiente, sino que también prepara tu corazón para recibir lo nuevo que Dios quiere darte.