Por Anthony Franco
Te soñé y anhelé con esmero y amor, durante años y desde antes de unirme en matrimonio con tu hermosa y valiente madre, oré y le creí a Dios por ti. Clamé al Señor por mi descendencia.
Mi apreciada y amada hija Roseanth, mi primogénita, a través de estas líneas te expresó mi amor y mi gran satisfacción de poder tenerte en mis brazos, eres la mayor y más grande bendición qué haya recibido. Eres la promesa de Dios a nuestras vidas, tu madre y yo, nos sentimos altamente felices y llenos de paz al recibirte. No eres el resultado de un accidente, ni de una simple noche fortuita, fuiste bien pensada y diseñada por Dios para ser de impacto y de bendición no solo a nuestra familia, sino a las nuevas generaciones.
Asumimos con compromiso, pero sobre todo con pasión y amor la noble tarea de educarte y guiarte a los caminos de Dios. Tengo la certeza que El Señor nos guiará a ser padres ejemplares, responsables y sabios.
Doy gracias a Dios por ti, porque ha sido fiel a sus promesas, porque no nos ha dejado en vergüenza. Tu madre Roselly y yo, te amamos muchísimo, y estamos seguros que El Propósito de nuestro Señor se cumplirá en ti, y serás una gran adoradora como tu madre, y anhelo que me superes como una comunicadora, escritora, conferencista, pero sobre todo como una gran sierva de Dios, a apasionada por la presencia del Señor.
Hija amada, mi primogénita, una vez más gracias a Dios por tu vida, eres nuestra mayor bendición.