conocer nuestro Propósito

Por Anthony Franco
Decía el gran científico alemán Johann Wolfgang von Goethe: “Una vida sin propósito es una muerte prematura”.

Podemos estar biológicamente vivos, gozar de nuestros signos vitales, levantarnos temprano para cumplir un horario en el trabajo, asistir a la universidad, pagar puntualmente la renta o manejar con responsabilidad nuestras tarjetas de crédito. Sin embargo, si carecemos de un propósito claro, si no sabemos para qué estamos en esta tierra, estaremos experimentando una especie de “muerte prematura”: no viviremos realmente, solo existiremos. Y esa falta de sentido puede conducirnos a la apatía y a la desesperanza.

He visitado oficinas públicas y empresas privadas donde me he encontrado con empleados que se comportan como si estuvieran “hartos de la vida”. Su trato hacia los clientes es deficiente, reflejan desgano, y hasta su rostro transmite fastidio. ¿Por qué sucede esto? Porque están en ese lugar únicamente por obligación o por un salario, no por propósito.

Así mismo, muchas personas caminan por la vida sin entusiasmo, involucrándose en proyectos que no despiertan su espíritu, haciendo cosas que no les apasionan.

El propósito es lo que da sentido a nuestra existencia. Cuando nos desviamos de él, caemos en la mediocridad y la autocompasión.

La Biblia es clara en cuanto a este tema. Efesios 2:10 declara:
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.

Lo primero que debemos reconocer es que somos la obra maestra del mejor Arquitecto, la creación del mejor Diseñador: nuestro Dios todopoderoso. Él nos escogió desde el vientre de nuestra madre. El diccionario bíblico explica que la palabra hechura proviene del griego poiema, que significa “obra de arte” o “poema”. Somos el poema de Dios, su inspiración.

Fuimos creados con un propósito específico: realizar buenas obras, cumplir una asignación especial y vivir de acuerdo con un diseño extraordinario.

Me conmueve lo que expresa David en el Salmo 139:13-16:

Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre.
Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien.
No fue encubierto de ti mi cuerpo,
Bien que en oculto fui formado,
Y entretejido en lo más profundo de la tierra.
Mi embrión vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas,
Sin faltar una de ellas.

Esto nos recuerda que no somos una improvisación ni un error. Fuimos diseñados y pensados cuidadosamente por Dios. En Él encontramos propósito e identidad.

No somos el resultado de las etiquetas que la sociedad intenta imponernos, ni marionetas del sistema. Somos hijos de Dios con una misión que cumplir.

Cuando abrazamos nuestro propósito y caminamos conforme al diseño de Dios, experimentamos el verdadero éxito. Descubrir y comprender el propósito divino nos da seguridad, paz y bienestar.

Conocer nuestro propósito es extraordinario. Por eso disfruto cada parte de la misión que recibí: predicar, escribir, dirigir a esta generación hacia Jesús, anunciar las buenas nuevas por la radio y la televisión, salir a evangelizar con los jóvenes, lanzar nuevos libros, inspirar y mentorear a emprendedores. Todo eso me apasiona porque forma parte de mi propósito.

Cumplir con nuestro propósito nos lleva más allá del éxito, porque éxito sin propósito no es más que confusión y pérdida de tiempo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio