El verdadero éxito no se basa en lo superfluo ni en lo efímero. El verdadero éxito es aquel que trasciende lo ordinario y logra impactar vidas de manera positiva. Uno de los propósitos de este libro es despertar la conciencia del lector sobre la importancia de convertirnos en personas de trascendencia. Y esto no tiene como fin alimentar egos ni satisfacer caprichos momentáneos, sino formar verdaderos agentes de cambio que agreguen valor e impacten a nuestra generación.
Según el diccionario Significados.com, “trascendencia es un concepto que designa aquello que va más allá o que se encuentra por encima de determinado límite. En este sentido, la trascendencia implica traspasar una frontera, pasar de un lugar a otro, superar una barrera.”
Trascender es atreverse a correr la milla extra, es salir de la zona de confort, es arriesgarnos con valentía para impactar y transformar nuestro entorno a través de decisiones firmes y comprometidas.
Uno de mis personajes favoritos de la historia de las luchas sociales en Estados Unidos es el fenecido pastor bautista y activista Martin Luther King Jr. Él lideró una lucha pacífica en contra de la discriminación y la segregación racial, movilizando a miles de personas aquel 28 de agosto de 1963, cuando compartió su visión en el histórico discurso “I Have a Dream” (“Yo tengo un sueño”).
Lo que más me inspira del Dr. Martin Luther King Jr. es que no se quedó en el mero deseo de lograr un cambio, sino que luchó, se levantó, se movilizó y se preparó para trascender en el mundo. Con su vida transformó la de miles de estadounidenses y contribuyó a poner fin al racismo. Una de sus frases que más me impacta es: “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano.”
No creo en el éxito que se limita a la acumulación de bienes materiales, ni en ese éxito vacío que muchas veces se promueve en las redes sociales. Creo en un éxito fundamentado en el propósito, en la trascendencia y en la construcción de un legado. Para alcanzar el éxito en esa dimensión, debemos ser auténticos, apasionados y, sobre todo, amar y obedecer a Dios. ¿Sabes por qué? Porque solo así seremos libres de ataduras personales, de pasiones bajas o de heridas del pasado que pueden frenar nuestro potencial y desenfocarnos de nuestra misión en la vida.
Desde donde estemos, podemos trascender. No importa qué posición ocupes, dónde vivas, qué trabajo tengas o si has estudiado o no. Desde donde estás puedes marcar la diferencia y convertirte en alguien que trascienda.
Me identifico profundamente con Mateo 5:16: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
La trascendencia no siempre se logra desde grandes plataformas, sino también en lo cotidiano:
- Un maestro en una escuela rural que, con pocos recursos, inspira a sus alumnos a soñar más allá de las limitaciones. Yo tuve la dicha de contar con maestros que marcaron mi vida. Recuerdo, en mi barrio El Fundo, zona norte de Baní, en la escuela Manuel Emilio Peña, a la maestra Alicia, quien me alfabetizó, y a las maestras Bernarda y Argentina, quienes siempre confiaron en mí.
- Una madre soltera que, con esfuerzo y fe, saca adelante a sus hijos y se convierte en ejemplo de perseverancia para su comunidad.
- Un joven emprendedor que no solo busca ganancias, sino que también genera empleos y oportunidades en su barrio.
- Un creyente sencillo que, con su testimonio en el trabajo, refleja a Cristo en cada acción y transforma silenciosamente su entorno.
Por eso, creo que debemos procurar la trascendencia siendo excelentes en todo lo que hagamos y emprendamos. Inspirando a los demás con nuestro testimonio, fe y conducta. Transformando nuestro entorno y siendo luz, no oscuridad. Siendo promotores de buenas causas, porque nuestro comportamiento es la evidencia de lo que llevamos en el corazón. Y si dentro de nosotros está Cristo, la gente no verá otra cosa que Su gloria reflejada en nuestra vida.
