“Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada.”
– Nehemías 4:17

“Si no estás dispuesto a aprender, nadie puede ayudarte. Si estás decidido a aprender, nadie puede detenerte.”
– Zig Ziglar

Siempre he dicho que podemos hacer una cosa sin dejar de hacer la otra. He visto personas con mucho talento para los deportes, pero que no logran avanzar ni trascender más allá de un terreno de juego o de atletismo, porque no se han preparado académicamente. También conozco humoristas y buenos actores de mi país, con grandes habilidades innatas para el cine, pero que no han logrado conectar con mercados internacionales simplemente porque no han aprendido inglés, porque se han limitado.

Creo firmemente que, si queremos ser exitosos, debemos invertir en nuestra formación espiritual, llenándonos de fe, enriqueciendo nuestra alma con la Palabra, fortaleciendo los valores y sanando nuestro interior. Pero también debemos ocuparnos de nuestra preparación profesional e intelectual.

Debemos aprender a invertir en nosotros mismos, en nuestra formación, así como invertimos en un nuevo celular, unos lentes o una cena especial. También debemos enfocarnos en comprar buenos libros, asistir a conferencias, hacer diplomados, cursos y talleres.

He visto a mucha gente quejarse de la economía, de que las cosas no van bien o de que no tienen dinero para estudiar, pero al mismo tiempo gastan en cosas menos importantes. Y pasa el tiempo… y se quedan sin formación. Tristemente, cuando llegan las oportunidades, no están preparados para enfrentarlas.

Algunos creen que estudiar no vale la pena; otros logran buenos ingresos en negocios informales y piensan que estudiar es una pérdida de tiempo. Y hay quienes dicen: “¿Para qué estudiar, si hay tantos profesionales desempleados?”

Es cierto que muchos profesionales están desempleados, pero el problema radica en que muchos estudian una carrera y se quedan ahí, sin ampliar su visión. He visto personas que se graduaron en Educación y quedan rezagadas, esperando que el Estado las coloque en una escuela, mientras su título cuelga en la pared como simple decoración. Cuando, en realidad, alguien con esa preparación podría abrir una sala de tareas en su comunidad o usar las redes sociales para generar ingresos con contenidos educativos.

El libro de Nehemías me inspira profundamente. Nehemías 4:17 nos enseña que podemos hacer una cosa sin descuidar la otra: trabajar con una mano en la obra y con la otra sostener la espada. Es maravilloso ser un adorador o predicador, pero no debemos dejar de lado la preparación. La educación abre puertas.

Cuando comencé en la radio tenía apenas quince años. Trabajaba de seis de la mañana a dos de la tarde y luego corría a la escuela a terminar mis estudios. Fueron cuatro años de sacrificio: estudiar, trabajar y predicar al mismo tiempo. Por la gracia de Dios, pude graduarme con honores.

En ese tiempo, una hermana llamada Adriana Tejeda, fiel oyente de la emisora donde aún laboro, me ayudó a pagar mis estudios universitarios. Nunca olvidaré ese gesto de amor.

Muchos me decían: “Quédate como locutor”. Pero yo les respondía: “No. Debo prepararme, estudiar, para honrar a Dios, ayudar a mi comunidad y sacar adelante a mi familia.”

Hoy, por la gracia de Dios, combino la radio, la televisión, la publicación de libros y mi profesión de abogado. Trabajo junto a mi esposa Roselly en las diferentes vocaciones que Dios nos ha dado, sembrando en otros lo que un día también sembraron en mí.