Se vale soñar en grande
Un mensaje para encender tu fe, levantar tus ojos y trazar metas a la medida de un Dios sin límites.
Josué 1:9
“Resérvate tiempo para conocerte y focaliza tu propósito. No hay meta demasiado alta que, con pasión, fe y perseverancia, no se pueda alcanzar.”
— Bernardo Stamateas
Las condiciones sociales, la pobreza y la falta de recursos u oportunidades no son obstáculos para soñar en grande. Cuando tenemos a Dios de nuestro lado, cuando decidimos entregarnos en cuerpo y alma a nuestro Señor, los sueños y metas —conforme a su voluntad— se cumplen. Debemos atrevernos a soñar, no porque veamos condiciones favorables ni porque tengamos apoyo familiar o económico, sino porque tenemos a un Dios sin límites, capaz de abrir los cielos para bendecirnos.
Hay que soñar aunque nos tiemblen las piernas, aunque se rían de nuestros sueños, aunque el panorama esté gris, aunque humanamente no haya esperanza. Atrevámonos a soñar aunque el sistema nos tache de locos, aun con cientos de intentos fallidos.
Recordemos lo que dice la Biblia: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” (Eclesiastés 3:1) No es bueno que mires relojes ajenos, ni que te compares con los demás, ni que albergues en tu alma sentimientos de celos o envidias. Los que odian y viven pendientes de lo que hagan los otros, podrán tener muchos sueños, pero no disfrutarán el proceso de construcción ni llegarán a la cumbre.
Los sueños forman parte del ser humano. Quien no sueña, envejece; quien no aspira algo mejor, se queda atrás. Quien no se traza metas claras ni lucha para alcanzarlas, siempre trabajará para los sueños de otros. Decídete a soñar sin miedo, entendiendo que hay un Dios que suple, promueve, abre puertas y honra a los fieles.
“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.”
— 1 Corintios 2:9
Sigamos soñando. Soñemos con un futuro hermoso, con una familia unida, con ese hogar valioso, con viajes, con esa empresa, con los hijos, con el reencuentro. Soñemos y sigamos soñando porque nuestro Padre celestial es extraordinario.
“Si Dios es tu socio, ¡haz tus planes en grande!”
— D. L. Moody
Reflexión Final
Mi apreciado lector, lo que Dios ha preparado es grandioso. No te rindas. Mantén el enfoque. Abre tus ojos y no te detengas, porque ¡se vale soñar en grande!
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